Hoy El País ha publicado un artículo que revela que ha caído el último bastión que se mantenía relativamente idemne en el ranking de ventas del panorama editorial español: el libro infantil y juvenil.

Aquí está el enlace al artículo de Clara Morales Fernández.

De su lectura me surge una duda o más bien una preocupación.

En la parte final donde habla de que los libros infantiles aún no han caído tanto en ventas como los juveniles dice:

«Por debajo de los 10 años el libro no se concibe tan fácilmente como ocio, sino como parte de la educación, por lo que la inversión en literatura infantil, explica, sigue siendo prioritaria en los hogares.»

Sabéis, siempre he creído que cuando se concibe la lectura como ocio es cuando se fideliza un lector, es decir, cuando se lee por placer, fuera de las lecturas obligatorias de la escuela.
El problema está cuando se cruza derecho y obligación ya que en el momento en que se disuelve el enlace, que según el artículo eso ocurre a partir de los 10 años, ya no tenemos un probable lector futuro (puesto que solo lee lo que le piden en clase) y el otro imput o factor de ingreso de libros que es la familia, no lo considera prioritario puesto que es ocio.
¿Cómo se resuelve esta ecuación?

Laura Fontova.